Bitácora de la odisea: capítulo I

Muchas veces había pensado en esta idea. 

Muchas veces la olvidé también. 
Pero el olvido era por algo circunstancial (ha costado tanto mover fechas, 
principalmente por causa nuestra). Ahora, las mismas circunstancias se encargan de llevarme a dar el paso, de pensar que este mamotreto no solo me servirá como catarsis, sino que, espero que así sea, ayude a alguien más que esté en las mismas condiciones que uno, tratando de hacerse un espacio en la esquiva escena musical.
Tocar. Maravillosa experiencia que, como atisbo de músico, es la que me lleva a seguir intentando una y otra vez. Tocar y mostrarle mi música a los demás. Qué experiencia. Sobre todo, cuando las condiciones son propicias para este cometido. Para el oyente, esto es, poder disfrutar del acto musical: poder entender todo lo que se le muestra, que el sonido esté a la altura de las circunstancias, que los músicos sepan qué están haciendo en el escenario y que además den un buen show. Para el músico, el párrafo es similar. El local debe contar con todas las disposiciones que se requieren, un backline que permita al ejecutante no solo poder mostrar hacia afuera del escenario su arte; además, dentro del escenario, este debe permitir el completo entendimiento entre los que participan de ese lado del espectáculo y así entregar una experiencia agradable al que te está mirando, en pos de cumplir el punto referente al asistente a un show.
Y a veces simplemente no ocurre. A veces falta algún elemento de la cadena. O el backline no es muy bueno, o el retorno no lo es, o el escenario es muy chico, o cualquier cosa. Quizás, que falte alguna de estas cosas no entorpezca tanto la labor de entretenedor que tiene el que está en la tarima. Probablemente pueda salirse del paso con algo más que dignidad.

La Konsulta. El lugar que nos convoca daba luces de ser un buen sitio. Desde el momento de la organización se veía un lugar serio. El dato me llegó por facebook, y después de una par de intentos para agendar fechas, fechas que estaban siempre colmadas, se nos hizo un espacio junto a otras 6 o 7 bandas (así de solicitado debía ser el lugar), en una fecha que empezaría a las 20.00 y se extendería hasta las 03.00. Ficha técnica y cronograma de actividades enviados al correo, potenciaban aún más la idea de seriedad de la ocasión.

Partimos al lugar. El cuál nos costó encontrar. De hecho, ni siquiera tenía un letrero en su entrada, indicando dónde era el brillo. Al final lo encontramos. Pero al entrar fue cuando nos bajó la incertidumbre. El pensamiento generalizado era “¿qué chucha vinimos a hacer aquí?”, pero no era una cuestión de no encajar con el perfil de público que se veía apenas entre la eterna penumbra del sitio (pensamiento que, personalmente, de una u otra forma me atosiga cada vez que salgo a tocar con la tropa). Era el pensamiento de “¿cómo puede alguien tocar acá?”. Como local, La Konsulta no sirve para albergar una tocata. Iré punto por punto.

El piso, que era como una carpeta plástica, debía contener copetes de hace mil carretes atrás. El sonido que producía el caminar, a veces distraía la atención de lo que ocurría en el escenario. Era molesto el sentir que había que despegar los pies para transitar. Está bien, cualquier lugar que se precie de vender alcoholes, o bebidas en general, se expone a que los clientes viertan un poco de los brebajes en el suelo, pasa en todoas partes. Pero tabién existen los traperos. Y hay que saber usarlos. Siguiendo en el tono ISP, el baño era un cuarto que no tenía luz, no daban ni ganas de usar su llave de agua, era unisex y además no tenía ni seguro la puerta. En la casa de mi abuela, que éramos como 20 pendejos, había más privacidad. Y nos duchábamos de a 7. No kidding.

El escenario. Si le puedo llamar escenario. El escenario era una tarima a la que se subía por una escala hecha con javas de cerveza en mal estado. En este cabían 3 amplificadores (el clásico combo guitarra/guitarra/bajo), la batería y algo más. Como somos 5 (para colmo de males) dejamos batería y bajo en la tarima (pricipalmente porque la batería estaba ahí y porque el bajo es el miembro más reducido de volumen en la banda) y guitarras y voz abajo. Tocamos. Estabamos tocando el penúltimo tema de nuestro set (de reducidos 25 minutos, considerando la cantidad de bandas que había para la jornada) cuando el organizador me dice que tenemos para dos temas más. Cuando terminamos ese tema, le planteo la posibilidad de tocar un tema más a los cabros y el Pablo (batero) me da un rotundo NO!!, después sabríamos las causas de su negativa. El espacio en que se encontraba dispuesta la batería era paupérrimo, el hombrón se pegaba con las macetas del bombo en las canillas, de mal hecho que estaba el espacio del escenario. Si se echaba más atrás, terminaría cayendo hacia atrás de la tarima, y considerando el lugar, probablemente no aparecería jamás. Sobre el espacio, el que menos sufrió fue el Dani (bajista). Algo bueno que tenga ser el más pequeño de la banda.

En el piso, el panorama era feo, feo. El tema del espacio estaba relativamente solventado, aunque tampoco era lo mejor, sobre todo cuando a uno igual le gusta bailar un poco las canciones que toca. Aludiendo al tema del piso pegajoso, distraía mucho el tocar y mover un pie para, por ejemplo, cambiar un efecto, el pegoteo que había que vencer para poder llevar la maniobra a cabo era bastante molestoso.

Los equipos de sonido no estaban completamente funcionales. Antes de tocar, estuvimos 10 minutos tratando de hacer sonar el bajo y la otra guitarra (éramos el primer grupo que tenía dos guitarras, al parecer). El retorno era inexistente y nunca supimos cómo sonamos, aunque ya a esas altura poco nos importaba. De hecho, desde que escuchamos a la primera banda sonar, vi la cara de incomodidad de los cabros de la banda, lo incómodo del lugar, el hecho de que pedían 2 lucas en preventa y 3 en puerta y que no se diganaran a darnos una mísera cerveza. Bueno, ni siquiera nos dieron las gracias por darnos el tiempo de viajar desde Rancagua, Graneros, Los Andes y Llolleo. Mal. Y si querías tomarte una cerveza, había solo becker, en lata de medio, tibia y ¡a dos lucas! Un descaro a mi parecer, considerando que el local ni siquiera reunía las condiciones para ser llamado bar, ni menos para ser una sala de conciertos. Fue una mala experiencia que se solventó, en parte para nosotros, por el ambiente. Dentro de todo lo malo que podía ser el lugar, la gente y las bandas eran muy buena onda y la gente que nos miró durante el escueto tiempo que tuvimos para mostrar nuestra propuesta, se vio agradada con lo que hicimos. Zafamos al final. Aunque después, la conversa haría relucir lo expuesto en este texto.

Un punto que me llamó basante la atención era que dentro de todo lo que expongo como local, el resto de bandas se veía bastante emocionado de ser parte de la tocata. En contraste, nosotros queríamos irnos. Pudimos haberlo hecho, pero ya estábamos ahí, y no había marcha atrás. Había que salir dignos aunque las condiciones fueran adversas.

Quizás pueda sonar a un reclamo de rockstar o algo por el estilo. Quizás pueda que somos muy divos para pasar estas penurias y queremos tocar donde sepamos que vamos a tener condiciones buenas para los músicos. Personalmente creo que es lo mínimo que deberíamos tener para poder presentarnos y mostrar nuestra música de una forma efectiva. No son grandes cosas. No pedimos forrarnos con esto, pero creo que hay un fondo que los locales deben cumplir para poder exponer a gente a exhibir su arte. Si te das el lujo de cobrar una entrada, por lo menos asegúrate de tener un sonido decente. El público agradece un lugar donde se entienda lo que pasa en el escenario, y los músicos lo agradecerían aún más. Si pretendes ganar plata con la escena musical piensa que los artistas también invierten en hacer su performance lo mejor posible. Más que lujos de artista, lo que pedimos es respeto por lo que hacemos y que el trato sea justo. Todos queremos lograr algo con esto. Todos peleamos contra el menosprecio que significa ser músico en este medio. Lo importante es que nos respetemos a nosotros mismos en primer lugar y averiguar, cuando vayamos a un lugar nuevo para nosotros, qué tal es para albergar una tocata o siquiera para tomarse una chela. Aunque por las fotos que había en fb, hubiésemos caído igual. Créditos para el fotógrafo de la konsulta. El mejor engaño.

Así como hay lugares que se dan el lujo que decidir quién o qué se toca en ellos, ahora es tiempo de que nosotros, los músicos, seamos partícipes y capaces de decidir qué lugares cumplen lo mínimo para tocar nuestra música, aunque terminemos vetados de todos los locales de Chile, o hasta que los locatarios entiendan que la cosa tiene que ser pareja para todos. Porque si ya es difícil agendar una fecha en algún local, que más encima el lugar no tenga ni un baño decente ya es mucho.

Salgamos de la mierda y hagamos las cosas bien.
Por favor.
Juan Pablo Reuque (Guitarra y coros de Leitgrund)

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